Hoy, cerre los ojos y estabas tú, frente a mí. Tomaste mi pequeña mano, y ante la calidez de tus dedos me entregue, sintiendo la más grande protección y comprendiendo que junto a tí nada me iba a suceder. Emprendimos un viaje a paso lento entre un hermoso sendero, con verdes prados repletos de rosas, margaritas, violetas, tulipanes, en fin, colores que armonizaban y daban forma a un arcoíris, haciendo grato nuestro andar. Sentíamos la brisa acariciando los rostros, y yo, sin temor a lo porvenir continuaba enlazada a ti. Recorrimos juntos y en libertad bajo el cielo azul, observando cada detalle que se construía frente a nuestros ojos y aunque a ratos nos encontrábamos silenciosos, comprendía que era lo que me decías. Tus palabras se deslizaban con sutileza al momento de hablar, instruyéndome en el camino del amor y la verdad, y yo, con la inocencia de una niña, escuchaba sigilosa cada uno de tus consejos, los que me ayudaban a poder transitar.
Entre días nublados y fríos, otros soleados y calurosos nos encontramos, viviendo y sintiendo lo que se presentaba ante nuestros pies, permaneciéndo inmóviles en oportunidades ante la majestuosidad del momento y en otras sólo esperando avanzar. Más ante lo sucedido, nuestro viaje no se paralizaba, y continuábamos. A ratos me preguntabas si necesitaba algo, pero el hecho de sentir sólo tu protección y calor ya lo era todo para mí.
Aunque aparecieron gigantes árboles en nuestro camino, me enseñaste, con dulzura en tus labios que no debía temer, porque aunque se presentaran inmensos ante nosotros, los podíamos superar confiando en que lo podíamos lograr. Al ver que podía soltaste de mi mano, porque dijiste que ya era hora de comenzar a caminar de manera autónoma. Con un poco de miedo empecé, sin embargo apareció el árbol que jamás habia visto en todo este recorrido, no sabía como superarlo porque sentía que era demasiado para mí... ya no podías estar junto a mí a cada instante para poder lograrlo y desfallecí, necesite como nunca cada uno de tus consejos y palabras sabias, pero no estabas, me sentí sola y desprotegida sin tenerte junto a mí, no podía caminar, y el sendero que al principio era hermoso se tornó oscuro y gris. Detuve mi andar y contemplando lo que se había creado frente a mí, aquello que me paralizó, escuche tu voz, y fue tu amor el que me ayudo a sobrevivir y superar lo más grande para mí.
Hoy nuevamente me tomo de tu mano, a cada instante, cuando siento que no puedo seguir, cuanto necesito de tu protección, cuando necesito tu calor, cuando necesito de tu amor, y entre tus brazos vuelvo a vivir. Hoy, después de este largo y cansador camino, me recosté junto a tí, y al ritmo de tu respiración me dormí ... Te quiero Papá.