Vivencias que dejan huellas

Cada día se forja una historia en nuestras vidas con diferentes situaciones que nos van sucediendo, sin embargo sólo algunas van dejando huellas en nuestra memoria.

Sólo un café


Como cada mañana, salió con su paso presuroso hasta aquel lugar de siempre. Sentada, espero con cautela su café, percibiendo y asimilando el olor propio que de éste se escapaba.

Un sin fin de pensamientos rodeaba su mente, ante el avanzar de múltiples personas. Hasta que de un momento a otro su mirada fijó la vista en él. Se observaron sin temor y pausadamente se esperaron.

Su latente corazón comenzó a palpitar con mayor frecuencia a la llegada de aquella persona que paralizó su mirar. Él, sin dejar pasar el tiempo junto a ella se sentó, y sin pronunciar palabras sus labios se cruzaron. Con ternura la rodeaba entre sus dedos, con sutileza recorría sus mejillas, aquella de piel suave y brillante que se hacía notar ante él.

Era el instante perfecto para volverse a enamorar y sin siquiera buscarlo, en su lugar favorito lo vino a encontrar.

Detenidos los segundos se contemplan y sin obviar ni un detalle, capturan y se apropian de la belleza que los paralizó.

Ya, cruzando sus manos abandonan el lugar, y a diferencia del principio, juntos comienzan a caminar.

El último adiós


Los sentimientos fueron clausurados en el momento en que se escuchó el último adiós. Ni un sonido se hacía oír, sólo el ruido de una respiración acelerada que se negaba a continuar con este hecho infortuito. Miradas, sonrisas, palabras, deseos, ya eran parte de un pasado que en el hoy comenzaba a tejerse. Mientras su historia se disociaba, una lágrima se dejó caer por la mejilla, rozando con sutileza aquella piel tosca, pero llena de encanto.

No existían palabras que describieran el instante en que el sol dejó de brillar, no existían palabras que describieran cuánto dolor había en ese palpitar. Y él, en desesperación, ante tal desolación, comenzó a correr intentando alcanzar lo que a esa altura había perdido. Por segundos creyó lograrlo, sin embargo el silencio de su presente soledad le hizo notar su fatídica realidad.

El tiempo no se detuvo, pasaron los días, y los años comenzaron a avanzar, sin embargo él, inserto en un mundo que no deja tiempo para recordar, logró sentarse en aquel lugar en que por última vez la vio partir, y cerrando sus ojos, volvió al instante en que sintió su amor.