Vivencias que dejan huellas

Cada día se forja una historia en nuestras vidas con diferentes situaciones que nos van sucediendo, sin embargo sólo algunas van dejando huellas en nuestra memoria.

Reencuentros nocturnos ...





La luz se apagó y el silencio capturo toda la atmósfera en su pasar. En una habitación cálida que sólo se podía percibir tranquilidad. Pero apareciste tu y tu voz se hizo notar ante tal oscuridad. Comenzaron a entrelazarse las palabras y un mundo de emociones aparecieron sin retractarse, sino que avanzando al ritmo de aquellas letras nos dejamos llevar. Te mire, me miraste y no dejamos pasar ni un sólo segundo y un volcar abrumador de sentimientos se mostraron, aquellos que por un tiempo prolongado permanecieron escondidos tras un vidrio indolente, frío y sin sentido ... La noche se cubrió de tu vida, de la mía, de lo que anhelamos y deseamos, de aquello prohibido. La noche se cubrió y nos traslado a lo que tanto extrañamos y por un instante vimos perdido. Y sin pensar volver a  revivirlo, nos encontramos otra vez en el mismo lugar con un reloj marcando la hora exacta de aquellos reencuentros ...
Nos vestimos de sueños latentes que se hicieron palpables y sin necesitar de luz, llenaste de claridad mi corazón, cruzando lo que para algunos puede ser condenatorio, pero para ti, para mi, para los dos, es vida.
La noche se hizo cómplice oculto de nuestra presencia, de dedos danzando como cuál máquina de escribir, y sin dar espacios avanzamos, antes que la oscuridad pierda su intensidad, antes que la luna se marche y demos paso a una luminosidad que nos provoque ceguera y no podamos observar. Avanzamos aprovechando cada minuto, cada segundo, cada momento que se transforma en eterno cuando sólo hemos de estar tu y yo.
Sin embargo nuestros sentidos se silencian, entendiendo que éste mágico momento está llegando a su final.
Te miro y te vuelvo a mirar, quizá por última vez, porque definitivamente no se nuevamente si volveremos a estar aquí ... si, aquí, en la bella noche repleta de oscuridad.